Afectaciones y lógicas que delimitan un sufrimiento privatizado
Ensayando una intervención puente hacia lo colectivo
AUTORES: BRUNO FRANQUERA, PATRICIA
ZANETTI, SABRINA
GASPARI, ADRIÁN
GASPARI, ADRIÁN
Este texto surge de una charla vía chat, entre Buenos Aires y Mar de Plata. Desde la distancia se pensaba en un trabajo a pincelar. Propuestas rígidas, forzadas por el tiempo y el espacio que luego de desistir y resistir mudan a un momento de intimidad. Las amigas se pusieron a charlar. Preguntas sobre nuestras prácticas profesionales cotidianas nos condujeron a nuestros padeceres en nuestra labor, palabras cargadas de afectaciones nos marcaron el rumbo; la palabra está investida de la experiencia que muchas veces se realiza en soledad y que se hace necesario compartir para que no intoxique. En Mar del Plata resonaba el padecer de una institución privada ambulatoria (centro de día), del que poco sabemos y del que poco pensamos porque pareciera que no nos pertenece, y en Buenos Aires, una institución publica, el hospital J.T. Borda, emblema del desmoronamiento infinito, que no deja de caer y sin hacer piso, que guarda en sus paredes historias de prestigio perdido que se sostiene a pesar del padecimiento de sus inquilinos, que se siente en los cuerpos resignados y domesticados. El relato se torno cada vez mas resonante, y parecía en su superficie casi opuesto, pero con el transcurrir de la charla resultaban co habitantes de un mismo territorio. Las palabras se deslizaban con rapidez, la conversación devino por afectación en idea, y ésta en pregunta, por qué no escribir sobre esto que nos hace pregunta.[1]
La intención de este trabajo pretende modestamente revisar-visibilizar algunos atravesamientos históricos-políticos-jurídicos- de saberes y poderes, en virtud de delimitar los e/afectos de aquellos que, en silencio, condicionan las prácticas profesionales y que inexorablemente delimitan diversos pero compartidos sufrimientos en la pertenencia a las instituciones. Asimismo, revisar estos atravesamientos nos permitirán ir delimitando una subjetividad que se construye desde algunos saberes y quehaceres cotidianos. Luego ensayaremos algunas posibles aperturas a las preguntas que se presentan a partir de la experiencia.
Es menester señalar que el transcurrir por distintas organizaciones es generador de identidad, así como también de sufrimiento. Ya Kaes[2] delimitaba el sufrimiento institucional. Los afectos placenteros-displacenteros en los vínculos de pertenencia institucional producen una afectación en las prácticas de los que habitan las instituciones. Intentaremos pensar que de lo que allí se trama produce un malestar en la pertenencia.
MOVIMIENTO DE HISTORIZACIÓN. CRISTALIZACIÓN DE SENTIDOS. ESTIGMAS Y EXCLUSION SOCIAL. EL PODER PSIQUIATRICO EN LA LÓGICA MANICOMIAL.
Los centros de días emergen, con los avances de los nuevos discursos desmanicomializantes que invitan a una nueva concepción del sujeto-enfermo, propiciando la inclusión social. La intención es activar la ciudadanía y las redes sociales con la posibilidad de favorecer la autonomía del sujeto en el marco social-político. No obstante, lo cual se favorece la construcción de espacios más pequeños, con menor número de concurrentes, con tareas tendiente a lograr la mayor respuesta a las demandas singulares. Donde el hospicio anulaba por completo las subjetividades, el nuevo espacio pretende dar identidad a quienes transcurren por aquél. La idea era descentralizar el poder psiquiátrico, despojándolo del poder de vigilancia permanente, de control, manipulación de los sin nombre. Asimismo, se intenta abrir lugar para las prácticas profesionales emergentes que intentaban salir de la marginalidad y del sometimiento en virtud de conquistar un posicionamiento activo en el campo de la salud mental. La subversión al discurso hegemónico aspiraba a la interdisciplina, a la articulación de discursos, saberes en la producción de herramientas de intervención. Pero la subversión de aquel discurso implicaba mucho mas que mayor horizontalidad en los equipos de trabajo: también implica re-pensar un nuevo sujeto. Sujeto múltiple.
De este modo, el dispositivo de hospital de día[3] emerge intentando desprenderse de la corriente psicopatológica psiquiatrica clásica del hospital monovalente, que monopolizaba el saber-poder sobre subjetividades diversas a la “normalidad” (loco-enfermo-incapaz-). Lo diverso- distinto-diferente es negativizado denigratoriamente y es lo que se debe excluir de la trama social.
La iniciativa es promovida en virtud de favorecer el intercambio disciplinario, democratizar y multiplicar los discursos tendientes a favorecer la inclusión y la aceptación de las diferencias en las practicas profesionales productoras-producidas de subjetividades múltiples.
Políticas públicas en salud. Entrecruzamiento del Mercado y la salud en Argentina. La salud mental y la discapacidad.
La liberación del hombre no puede definirse sólo en términos de explotación económica y represión política, dejando de lado la multidimensionalidad de la existencia humana y sus formaciones sociales. Cualquier revolución que quiera tener en cuenta las verdaderas necesidades del hombre tiene que considerar la opresión psicológica, rompiendo la dicotomía entre lo individual y lo político: debe llevar la subversión a la esfera privada, la familia, la ciudad, el ocio.
El giro en políticas publicas intenta restablecer al loco a la ciudadanía a través de un cambio en las instituciones que lo contienen. Se intenta descentralizar el saber-poder que hasta el momento legitimizaba el discurso psiquiátrico clásico y el de las políticas higienistas que intentaban aislar al loco en virtud de cierta concepción de higiene social. En esta dirección, la ley 448 (salud mental) declara favorecer la desmanicomialización, pero no deja de dar lugar a la institucionalización de las diferencias y del sufrimiento de los sujetos. Se nos hacen evidentes las resistencias en las prácticas profesionales y en las acciones sociales a transformar la lógica manicomial.
Durante el ultimo periodo se incrementan los centros ambulatorios en virtud de construir una nueva lógica. No obstante, evidenciamos cierta persistencia de aquella lógica en estas aparentes nuevas paredes. Se continua perpetuando el discurso psiquiátrico en las denominaciones de los sufrimientos subjetivos. Esto implicaría que aun hoy, amparados por la legislaciones actuales, viejas lógicas subsisten en las practicas cotidianas, que imposibilitan la aceptación de la pluralidad de discursos y de subjetividades.
Actualmente, en materia de salud mental, se ofrecen una serie de prestaciones básicas para aquél que se incluya y legitime su nuevo nombre “discapacitado mental” en la lógica del déficit, del incapaz, del insano. Mismos binarismos dicotómicos y absolutos con nuevos nombres.
Asumir un nombre, “discapacitado” para recibir del estado, obras sociales y otros servicios, algún tipo de beneficio que se da a cambio de sostenerse en ese lugar que la lógica manicomial le ha reservado.
Atravesamientos jurídicos
A pesar de que la ley 24901 dice en su artículo 9, definiendo a qué personas está destinada esta ley: “Entiéndese por persona con discapacidad, conforme lo establecido por el artículo 2º de la ley 22.431, a toda aquella que padezca una alteración funcional permanente o prolongada, motora, sensorial o mental, que en relación a su edad y medio social implique desventajas considerables su integración familiar, social, educacional o laboral”, en la práctica se discapacita supuestamente para que el sujeto obtenga los beneficios de la ley. Lógica manicomial pura.
En el “Marco básico de organización y funcionamiento de prestaciones y establecimientos de atención a personas con discapacidad” (2004), directamente derivado de la Ley 24.901, que promueve el sistema de prestaciones básicas de habilitación y rehabilitación integral a favor de las personas con discapacidad. En el punto 4.6 del mencionado marco básico, se define una de sus principales modalidades institucionales de abordaje, el Centro de Día, y su objetivo principal: El Centro de Día procurará, fundamentalmente, brindar contención a personas que por el nivel severo o profundo de su discapacidad no estén en condiciones de beneficiarse de programas de educación y/o rehabilitación, y tratará en todos los casos de estimular intereses y desarrollar aptitudes en los beneficiarios para alcanzar en cada caso el mayor nivel de desarrollo posible.
Las condiciones de egreso del Centro de Día –por tomar un ejemplo- son las siguientes:
· Alcanzar niveles de desarrollo que le permitan acceder a servicios educativos y/o laborales más adecuados a su nueva situación.
· Haber alcanzado los objetivos del plan de tratamiento propuesto por el Centro de Día.
· Modificación de sus condiciones psico-físicas de forma tal que sea imposible su permanencia en un centro de día, y requiera para su atención otro tipo de servicio especializado.
· Cambios en su situación socio-familiar que imposibiliten su permanencia.
Como puede verse, el único sujeto que aparentemente debería intentar “alcanzar algún “nivel de desarrollo”, es la persona discapacitada. La única persona implicada en esta problemática que debería intentar modificar su situación para hacer algo con su discapacidad, es la misma persona discapacitada. Y no precisamente de acuerdo a su propia participación en la problemática, sino puntualmente, adaptándose a las normas institucionales, como paso intermedio para una adaptación a la sociedad. Es decir que por omisión, todo lo demás (lo social, la legislación, las instituciones, el personal profesionalizado y no profesionalizado, las estrategias de tratamiento, los criterios de reflexión de estas prácticas y su evaluación, el modelo en que todo esto se sustenta, etc.), no debería problematizarse. Si en todos los puntos se hace referencia a subjetividades diversas desde el lugar de la falta y el déficit. Esto propone claramente un objetivo normalizador, acorde a los parámetros del poder psiquiátrico, en las practicas profesionales. Se promueve con ello una naturalización de aquello que se instituye como déficit, es decir, como un aspecto inherente a la discapacidad, de carácter biológico, individual y ahistórico, con lo cual se borran lo procesos históricos de producción de subjetividad, dificultando la emergencia de otras formas de posicionamiento.
Malestar social- el impacto en la subjetividad. Lógica neoliberal.
Felix Guattari (2005) plantea como hipótesis que “el modo en que los individuos viven esa subjetividad oscila entre dos extremos: una relación de alienación y opresión, en la cual el individuo se somete a la subjetividad tal como la recibe, o una relación de expresión y creación en la cual el individuo se reapropia de los componentes de la subjetividad, produciendo un proceso que yo llamaría de singularización”.
Bajo estas dos modalidades tienen lugar para Guattari las relaciones entre individuo y subjetividad: la primera de ellas, consistente en la serialización subjetiva y la segunda, representada por la singularización subjetiva.
Las políticas en salud mental que intentan abandonar la lógica manicomial para dar lugar a la inclusión son relativamente reciente. Y en ese sentido, el dispositivo centro de día es por un lado un intento por construir un dispositivo desde la lógica de la inclusión, pero a la vez un síntoma de lo difícil que es efectuar ese viraje.
La cuestión estalló cuando llegaron los hiperactivos, cuando la dificultad en sostener tiempos de trabajo, de actividades por parte de los concurrentes, condujo a exacerbar las actividades diarias, a acotar el tiempo, los ritmos. Se sobre-estimuló al sujeto en pos de que mermar el aburrimiento y la inquietud. El silencio y la concentración en la clase -que durante siglos se logró mediante rígidas técnicas de autodominio- hoy puede ser obtenido bajo forma de píldoras. La tecnología (la gadgetología mas bien) nos tiene saturados de chirimbolos inútiles para cubrir necesidades que ni siquiera alcanzábamos a sentir. La sobreoferta y el consumismo atentan contra la posibilidad de dar al arte y al pensamiento el tiempo que requieren. La repetición y la multiplicación banalizan el objeto artístico, tornándolo prácticamente transparente a la mirada, haciéndole perder su halo misterioso y su virtualidad mítica.
Desde el gobierno de la lógica de la fluidez en el centro de día se actúan y naturalizan practicas de los agentes de salud. Se debe cumplir una secuencia de actividades en el menor tiempo posible en virtud de que el concurrente-discapacitado esté el mayor tiempo ocupado. Los profesionales ejercen una modalidad de practica acelerante en cuanto a tiempo-espacio. Lo aparentemente importante es la realización continua de actividades, reducir los tiempos de intervalos. De los tiempos muertos del gran hospicio de crónicos a un tiempo que se erige como terapéutico que conlleva la aceleración de los sujetos en virtud de un secuenciado recorrido de actividades que se erigen en la fluidez. Se acortan los discursos que soportan un tiempo “del estar con otros”; la mediatización continúa de objetos y practicas. La inmediatez del tiempo-espacio y objetos. ¿Qué sujeto se construye bajo la lógica de la fluidez?
Los discurso fluidos, transitorios escurridizos en la inmediatez de practicas acelerantes, que parecen destituir el sentido de lo terapéutico. No habiendo intervalos, pausas, desacerelación, el discurso es fragmentario, labil. Fetichizacion de los objetos ante la imposibilidad de otorgar sentido a las prácticas de los sujetos. Los objetos desfilan sin anclaje.
La intención de interdisciplina que hoy esta de boga se agota en los encuentros efímeros, de pasillos, de reuniones de equipo que no logran interconexión, mas bien desconexión. Finalmente, el pensamiento se detiene ante la aceleración de los ritmos que impone el plano organizacional y sus atravesamientos. Los proyectos de actividades son fugaces, la información se licua, nadie llega a aprehender algo de los objetos, proyectos e ideas que se caen ante los impulsos constantes que implica renovar-propuestas, formularios, planillas, actividades, personal,.
Podemos vislumbrar las relaciones intrínsecas entre las propias particularidades personales (individuales) y el contexto institucional. Interacciones, discursos y prácticas definen tanto la cuestión identitaria de los trabajadores como su incidencia en la modelización de su constitución personal, subjetiva (Wetherell, M., 2008). Desde esta perspectiva, identidad y subjetividad no resultan opuestas ni disociadas:
Si esos discursos y prácticas se cristalizan, se produce un padecer al quedar tomados como objetos allí. Pero también hay padeceres ligados con la implicación cuando intenta construir procesos concretos de trabajo en un movimiento tendiente a evitar la cristalización, salir de allí, esto también forma parte de los propios procesos personales.
Así, se conforman espacios propicios en los cuales los trabajadores se debaten entonces entre ser capturados como “objetos” por las propias dinámicas manicomiales persistentes y apostar a devenir “sujetos” de la transformación institucional.
Entonces, por un lado hay una vertiente del padecer de los agentes de salud en los centros día por la persistencia de la hegemonía de la lógica manicomial, normalizante, excluyente, individualista, que impacta en las practicas profesionales cotidianas. Asimismo, esta generan sufrimiento para aquellos que las ejercen en tanto alineación, naturalización y cristalización de sentidos, como así sobre aquellos sobre los cuales estas practicas impactan.
En la otra vertiente, aparecen los riesgos de implicarse en un proceso instituyente. ¿Cómo nos implica tomar este camino? Sobre esto nos preguntamos a partir de una intervención que apuesta en este sentido.
Implicándonos
Ensayo de una intervención
Mas allá de las paredes del hospital de día, una intervención escurridiza intenta buscar una salida a un panorama que se vuelve desolador para todos aquellos a quienes nos atraviesa e impacta en nuestra manera de sentir-pensar nuestras prácticas.
La propuesta es salir, tan sencillamente como pasear, dejarse llevar, asumiendo y corriendo el riesgo que implica llevar adelante una intervención que se aleja de los procedimientos y planificaciones. En un hospital de día, al cual una de quienes escribimos asiste, un día se le ocurre salir a la calle, más específicamente a la playa, ciudad con mar. Los chicos arman su día de playa, sombrilla, vianda, pelota, bronceador, todo dispuesto para la travesía. Desde el Centro se intenta planificar y anticipar las posibles variables de la experiencia, pero una vez traspasada la puerta parece no ser tan sencillo.
La calle presenta sus propias variables imposibles de prever, pero los participantes logran hacer algo con esto, entre todos construyen el espacio. Salir a la calle no de cualquier manera, arriesgarse a que suceda la escena temida de lo inesperado en vez de partir acotando las variables, pautando el tiempo, el recorrido esperado. Buscar la exposición al azar. Una vez en la playa se desdibujan las líneas que demarcan las maneras de estar dentro del hospital de día, la actividad surge por el consenso espontáneo, las ganas definen cómo será el procedimiento, algunos juegan al voley, otros comen el sándwich, otros se meten al mar.
Frente a lo incierto de estos días pareciera que en el ensayo está la posible salida a los intentos fallidos de romper con una lógica que no deja de hacerse presente, mutando y resistiendo, será en la pérdida del futuro, podría ser una ventaja si nos empuja a la aventura de lo desconocido[4].
Lógica manicomial, disciplinar, del tiempo pautado, planificado por anticipado, de la participación forzada que obtura la posibilidad de que algo suceda. Será la imposibilidad de dejarnos estar, ocupar el tiempo en una gama inaccesible de actividades generando un tiempo productivo, nos aleja del riesgo de dejarnos librados a lo que pase, corriendo el peligro de no saber o no controlar lo que suceda, produciendo lo inesperado. Franco Berardi decía que en esta época que nos toca vivir serán felices solo los que puedan desperdiciar su tiempo.
La intervención es generar tiempo, espacio en que no haya consigna a cumplir, para que aflore algo del sujeto.
El sentido de la apertura nos orienta, pensando y resonando desde una clínica que emerge, la clínica urbana le dimos en llamar, nos pasa la posta y nos orienta: salir a la calle, reapropiarse del espacio publico, ¿será una clave?
La clínica urbana nos propone circular por el espacio publico, abrir las puertas y recorrer la ciudad, espacio de los múltiples posibles, donde pasan cosas difíciles de anticipar y nos plantea otras coordenadas, tiempo y espacio cambian.
Tiempo desjerarquizado, de planos simultáneos, donde la apuesta es confiar en que algo suceda mas allá de la propuesta que se haga.
Intervención arquitectónica
El libro Ficciones de lo habitar de Pablo Sztulwark (2009), tiene un capítulo dedicado al “pensamiento arquitectónico en tiempos no arquitectónicos”, donde abre varias líneas de pensamiento desde la pregunta acerca de qué significa habitar, pregunta propia del arquitecto. P. Sztulwark plantea que cuando esta pregunta se elabora como una cuestión centralmente técnica, reductible a la técnica, queda desamarrada de la vida.
“la asociación entre época arquitectónica y arquitectura acontece bajo una condición: la arquitectura hace época cuando encuentra maneras de anudar técnica, arte y programa social. No importa el modo en que anude; importa que asocie, ligue, componga. Dicho de otro modo, si la arquitectura es técnica, arte o programa social −y esto sucede cuando se especializa en una de las operaciones o procedimientos− se convierte en una empresa de especialistas y tarea destinada a expertos e iniciados. Cuando la reflexión arquitectónica no es otra cosa que oficio tecnológico, discurso sobre las formas o dispositivo disuelto en la utilidad doméstica, la arquitectura no funda época. En rigor, no produce un sentido integral capaz de habitar el tiempo y el espacio que le toca en suerte. Por eso, algunos rasgos de la producción de la arquitectura actual son seguramente uno de los mejores ejemplos de la desconexión entre época y reflexión arquitectónica.”
En el recorrido que P. Sztulwark plantea, la pregunta por el anudamiento construir-habitar-pensar se va precisando como pregunta por el estatuto de la mirada:
“el asunto es el estatuto de nuestra mirada: cuando miramos, ¿construimos? ¿habitamos? ¿pensamos”?
Y en este sentido señala que “hay distintas manera de mirar. Cuando andamos por la ciudad, podemos mirar como observadores o como habitantes”, donde la distinción es que el habitante, además de observar ha de experimentar. Experimentar es construir el contexto. La figura del habitante no se reduce a la observación de las objetividades pre-existentes sino que su mirada da lugar a lo sensible y la construcción inmanente del espacio y el tiempo.
“Por eso, mientras el observador hace con lo que hay, el habitante construye, vía la experimentación, una posibilidad (…) imagina otros destinos posibles (…) el objeto de esa mirada no es cómo son esos mundos sino cómo podrían ser y la dimensión temporal del contexto nos recuerda esa posibilidad: nunca está terminado, siempre se está construyendo.”
El autor plantea que actualmente nos encontramos con espacios donde la escena tiene la lógica de lo espectacular: donde la obra no genera lazo, no se produce subjetividad artística, ni la obra ni su testigo se constituyen, pues es arquitectura sin tiempo para el sujeto. Si el problema arquitectónico es sobre los modos del habitar, en nuestra época no podemos suponer que esta sea una pregunta que nos convoca a compartir, la suponemos propia de la especialidad del arquitecto. Pero dice P. Sztulwark:
“Si la arquitectura es asunto de arquitectos, no hay época arquitectónica”
Y de este modo, reducida a una especialidad, la pregunta por el habitar retorna como repetición de una mecánica, como compulsión a la saturación del tiempo: “la obra copa la escena y el visitante no encuentra lugar.” Pensamos que en este sentido, en los centros de día está facilitado un modo de habitar que desde la interlocución con la arquitectura (ya que sólo en la interlocución existe el problema del habitar) podríamos nombrar como lo propone el autor: “una Arquitectura del Espectáculo”.
Así, si el modo de habitar los lugares responde a “administrar modelos espaciales previamente constituidos”, quedamos subordinados a deambular transitando por no lugares según ideales previamente decididos. El autor menciona “la casa californiana en el country, el restaurante de hamburguesas, el hotel cinco estrellas, el cine con pochoclos”, y cuando el centro de día queda tomado saturando el tiempo de actividades, quedaría en esta serie, ya que se trata de un modo de habitar el espacio en que “sobre la producción de sentido, poco y nada”
Podríamos decir que la coordinadora, cuando sale a la calle, lo que hace es intervenir sobre el problema arquitectónico, es decir, implicándose con la pregunta por los modos de habitar el espacio. Una intervención arquitectónica que quizás, más que salir a lo público, lo construye como espacio habitable que aloja lo compartido de la vida. – Por tanto la intervención no tiene efectos sólo sobre la fragmentación en el padecer de los participantes, sino también sobre la propias condiciones de la trama profesional. Y creemos que también es una intervención sobre el espacio urbano. Quizás la ciudad como espacio público habitable tendría que agradecer a la coordinadora y su grupo por lo que ofrecen al salir en cuanto a la construcción de la participación ciudadana.
Desacople entre los efectos clínicos y el reconocimiento institucional
Ya dijimos que los centros de día forman parte de los dispositivos donde el campo jurídico reconoce y genera condiciones para que pueda intervenir una mirada clínica que hace varias décadas viene criticando la lógica disciplinaria, y que intenta aperturas para que tenga lugar una lógica orientada a la inclusión, el reconocimiento de la diferencia, la diversidad, la singularidad.
Pero a la vez, el sistema de salud condiciona el financiamiento de estos dispositivos a la obtención de logros, de modo que en vez de abandonar la lógica manicomial pareciera que persiste mutando en sus modalidades. Esto se devela cuando el centro de día queda tomada por el encargo que trae la hiperactividad: se sobreimplica actuando compulsivamente su parte en este padecer que podríamos describir como ligado a una temporalidad que arrasa la experiencia subjetiva. La institución responde saturando el tiempo de actividades, lo cual parece resultar suficientemente eficaz como procedimiento de contención, pero obtura la posibilidad de elaboración.
Es asumiendo esas condiciones que la coordinadora de un grupo efectúa la intervención de salir a la calle de un modo no pautado. Algo que tendría que ser tan sencillo, ¿no? …agarrar y salir, salir por las mismas ganas de salir, de explorar, de buscar, de curiosear, y por qué no, también de volver a lo ya recorrido… con ganas de que pasen cosas, de que pase algo, de sentir alguna intensidad… también con el susto, por supuesto, pero claro, ¡es el susto porque hay ganas!
Consideramos que esta fue una intervención cuyo efectos clínicos promueven y generan la apropiación del espacio publico, la construcción de la experiencia compartida en un tiempo no pautado, lo que Winnicott llamaría la experiencia cultural, la generación y sostenimiento de condiciones para que se pueda desplegar la singularidad, ya que se habilita la participación en planos simultáneos, la experiencia de co-construir un espacio habitable, es decir, donde la materia, los afectos, las significaciones se anudan promoviendo la producción subjetiva.
Pero aparece el padecimiento porque esta práctica es sostenida en soledad, la institución no acompaña, cuando mucho permite su realización “a título personal”, de modo que el padecer del profesional al implicarse en una intervención clínica orientada por la política que fundamenta al dispositivo se encuentra privatizado e individualizado, perdiendo en este camino todo viso de proceso colectivo.
Llama la atención este desacople que se produce entre los efectos clínicos y la falta de reconocimiento institucional.
Una intervención clínicamente tan eficaz, tiene un reconocimiento institucional cuanto mucho muy secundario porque no responde a los procedimientos técnicos previstos, es tratado como una ocurrencia de una coordinadora, pero no tiene nomenclatura que le reconozca el estatuto de intervención clínica valiosa.
Si el criterio de reconocimiento es sólo técnico, ¿no se está estimulando que el dispositivo trabaje para satisfacer las estadísticas, olvidando los fundamentos que le daban sentido? Y así obtura aquello que va más allá de lo procedimental, que es la experiencia, la experiencia del vínculo, de lo público, la experiencia cultural, etcétera… (¡tantas cosas hay en ese etcétera que va con todas las letras!).
Y precisamente, la coordinadora realiza “un procedimiento de salir de lo procedimental”. La salida a la calle no es a otro sitio en la red de hiperactividades donde el recorrido a transitar está pautado a priori: por el modo de salir, la coordinadora se ofrece como “presencia que no invada ni interrumpa, no apure ni decida, porque confía en que eso que pasa es lo que tiene que pasar.”[5]
¿Cómo formalizar un reconocimiento al valor del tiempo libre, no pautado? ¿Cómo hacer para demostrar los efectos no mensurables? ¿Cómo hacer para transmitir nuestra confianza en que “eso que pasa es lo que tiene que pasar”[6]
Porque si no, desinstitucionalizar es que la institución se desresponsabilice y no tratar de abordar esa salida de lo pautado, instituido, anticipable, planificable, formalizable, para generar y sostener condiciones para que sea posible el despliegue de fenómenos que van más allá de la técnica, fenómenos que podríamos abarcar con el concepto de experiencia: experiencia de la salud, de la participación, de la ciudadanía, de la responsabilidad, experiencia de la salud.
PRINCIPIO DEL FIN-FIN DEL PRINCIPIO.
Fragmentos del chateria
P- La idea es tomar el surgimiento de los centros de días como apéndice, desplazamientos del gran asilo psiquiátrico. no obstante, me pareció interesante tomar el concepto de la fluidez, del aceleramiento en relación a las practicas cotidianas de los profesionales y en lo posible pensar que efectos traen aparejados.
S- quizás agregar algo de lo que escuchamos el otro día en cuanto a la cuestión de la falta, el déficit- y el aceleramiento del tiempo con la introducción del mercado.
P- es que creo que estallan porque la variable es dar un servicio al consumidor. y para ello tienen que transar con el poder administrativo. todo cambia y cambia continuamente. nada se sostiene. todas las actividades se arman para continuar sosteniendo al afiliado-consumidor.
En el ámbito privado, es su opuesto. se le debe garantizar todo el tiempo actividades que a veces ni sentido tienen. son simple camuflaje para ser bien vistas por los que pagan las prestaciones
S- como puede ser que el Borda siga funcionando en esas condiciones y la intervención no es sobre el espacio algo tan básico, sino sobre el psiquismo. Entonces, será que esta población no es tenida en cuenta porque no son buenos consumidores, no producen y los profesionales consumen Borda, porque tiene prestigio haber trabajado en esas condiciones
P- se monta un escenario de objetos y practicas que no difieren del vacío en que se ejercen en esos los hospitales, en el ámbito privado, es su opuesto. Son el slogan de un momento histórico político. donde la hegemonía estaba en el discurso psiquiátrico que monopolizaba al loco, ahora el monopolio lo tiene el mercado e impone sus cláusulas, no menos sufrientes... estaría bueno hacer el contrapunto entre tu caminata por el hospicio y mi caminata por el centro de día.
S- como si la salud estuviera en el hacer, como imagen, la institución queda sometida a esta imagen, sostener
P- lo mas difícil es que en mi caso yo soy rehén de otra lógica. por eso me gusto el texto: del fragmento a la situación
S- me gusta pensarlo desde la caminata y sobre tu afectación.
Bibliografía
· Berenstein, I. El sujeto y el otro. De la ausencia a la presencia. Cap 2 acerca de la determinación y de lo imprevisto. Paidos, psicología profunda.
· Cardinal, Clara; Equipo “Entre la infancia”. Cuento rodante. Ficha de trabajo del equipo, 2010.
· Foucault, M. – “Tecnologías del yo”. Morey, M. “Introducción”. Paidós.
· Cristales rotos: la subjetividad atomizada. Topia
· Kaës, R.; Enriquez, E. et al. L’institution et les institutions. Études psychanalytiques. Paris, Dunod. “Souffrance et psychopathologie des liens institués. Une introduction”. En Kaës R. Pinel J.-P. et al., Souffrance et psychopathologiedes liens institutionnels, Paris, Dunod, 1996.
· Lewkowicz , I; Cantarelli, M; Grupo 12. Del fragmento a la situación. Notas sobre la subjetividad contemporánea. Altamira Editorial. Bs. As., 2003
· Lewkowicz, I. – “Subjetividad adictiva, un tipo piscosocial históricamente instituido”. Revista AAPPG,1998.
· Ley 22.304
· Ley 29.401
· Ley 448 de Salud mental de la ciudad de Buenos Aires
· Morin, E- “La noción de sujeto” y Epistemología de la complejidad” en “Nuevos Paradigmas, Cultura y subjetividad-Schinitaman, F-Editorial Paidos, 1994.
· Schnitman, D. “Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad.” Introducción. Paidós, 1994.
· Sztulwark, P. Ficciones de lo habitar. Ed. Nobuko, 2009.
· Wetherell, M., 2008
· Winicott, D. Realidad y juego. Paidós, 1971.
[1] Ver en este trabajo, el apartado principiodelfin-findelprincipio; se detalla las conversaciones por mensajera de las autoras. Reflexiones en otra lógica de la palabra hablada/escrita.
[2] Complejidad de los espacios institucionales y trayectos de los objetos psíquicos “Si existe una realidad psíquica de (en) la institución, existe una fuente de placer y de sufrimiento para sus miembros. Placer y sufrimiento están ligados a las dimensiones organizacionales de la institución, y más específicamente a la realidad psíquica producida por la institución. Placer del cumplimiento de la tarea primaria, sostenida por las fantasías inconscientes y los ideales, sufrimiento asociado al incumplimiento del encuadre o al no-reconocimiento de la capacidad de sus sujetos, etc”.
[3] Se crean, en América Latina, los primeros centros de día surgen en Porto Alegre (1962) y en La Habana (1965), casi treinta años después que Europa. En la República Argentina, en la década del 60, empiezan a implementarse experiencias que incluían terapias grupales además de reuniones con familiares y actividades donde los pacientes permanecían en un servicio ambulatorio. Es García Badaraco quién, en 1967, crea en el país el primer Hospital de Día, en el Hospital Borda. En 1970, se crean el del Tobar García y el del Centro de Salud Mental Nº 1. En 1972, en el Hospital Moyano y en el Italiano. Posteriormente, en los años 80, surgen en el Hospital Alvear y en el Álvarez. . (PONER FUENTE. PAG WEB)
[5] [5] Cardinal, Clara; Equipo “Entre la infancia”. Cuento rodante. Ficha de trabajo del equipo, 2010.